Como digo ese día tenía que elegir entre seguir camino o pasar la noche en los alrededores y aprovechar la mañana para intentar acercarme al Bosque de Peloño a sacar algunas fotos de este maravilloso hayedo en otoño. Decidí acercarme al centro de interpretación de San Juan de Beleño para recabar información, pero se encontraba cerrado, por lo que pregunté en el ayuntamiento donde una encantadora señorita me informó de los accesos y consultó el tiempo previsto para el día siguiente, confirmándome que las previsiones eran de buen tiempo, por lo que decidí pasar la noche en Les Bedules.

Noche negra, lluviosa y ventosa donde las halla, hasta el punto de que allá arriba daba miedo salir del coche.

La lluvia te azotaba, y el viento impedía escuchar cualquier otra cosa. La mañana siguiente no estaba precisamente soleada, pero al menos no llovía. Me equipé convenientemente, me eché la cámara al hombro, y comencé la ruta, tan solo llegué hasta la Collada pues cada recodo del camino invitaba a ser contemplado y fotografiado, en definitiva, dado el tiempo empleado en llegar a la collada, y que el clima se volvió inclemente, decidí no proseguir camino y volver sobre mis pasos sin haber alcanzado el ansiado Bosque de Peloño propiamente dicho, pero el disfrute de la mañana, del paisaje, de la inmensa naturaleza que me rodeaba, valió la pena y me comprometió a volver de nuevo.